Letra:Pedro Conde - Música:Pedro Conde
Juntó sus nueve dedos en un ruego mágico hincado ante los ojos de diez mil católicos. Pidió que liberaran sus pechos herméticos y vieran con el alma el dolor del prójimo. Desnudo se acercó a los concurrentes pálidos, se flageló las carnes entonando un cántico. Mas lo escupieron todos por ese espectáculo y guardias de la ley cortaron su carótida. Se llevaron sus restos hasta un baño público pero en el inodoro no entró el cuerpo exánime por eso fue que lo descuartizaron rápido para arrojar los trozos a un tanque atmosférico. La procesión de fieles siguió con su música aunque esto le parezca absurdo y terrorífico para ellos lo ocurrido resultó anecdótico como la guerra que los reveló fanáticos. Volvieron a sus vidas después de la prédica guardaron las banderas con impresos místicos. Bloquearon sus cerebros con tontas imágenes paridas sin esfuerzo por la caja estúpida.
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